SANA TU CASA ESTE OTOÑO. Cómo sanar tu casa en otoño y cuidar tus emociones.
- KELE VOY A HACER

- 8 sept
- 5 Min. de lectura
El otoño es una estación de tránsito. Entre la luz vibrante del verano y la quietud del invierno, nos invita a hacer una pausa, a observar cómo la naturaleza se desprende de lo que ya no necesita. Los árboles sueltan sus hojas, el ritmo se ralentiza y todo parece susurrarnos que es momento de recogernos. Y aunque para muchos el otoño puede traer cierta tristeza —por la falta de luz, por el frío que se cuela en la piel— también puede ser una oportunidad maravillosa para mirar hacia dentro… y también hacia nuestro hogar.
Hace unos días, desde la revista INTERIORES, me preguntaban qué es lo primero de lo que deberíamos deshacernos en nuestro salón. Y mi respuesta fue clara: las casas están para vivirlas y sentirlas, y por eso hay que desprenderse de lo que no encaje con nuestro estilo de vida o lo que nos estorbe. Lo pienso de verdad. Una casa no debería ser un escenario perfecto, sino un espacio vivo que acompañe nuestras emociones, nuestras rutinas y, en definitiva, nuestra manera de estar en el mundo.
Porque el hogar y las emociones están íntimamente conectados. Un espacio caótico o cargado puede generarnos ansiedad, del mismo modo que un entorno cuidado, ligero y armonioso puede transmitir calma. Pero no hablo solo de estética. Hablo de sentir que la casa “nos escucha”, que nos refleja y nos sostiene. Y en un momento como el otoño, en el que pasamos más tiempo entre paredes, resulta esencial crear un refugio que nos devuelva equilibrio.

La casa como reflejo de nuestro interior Sanar tu casa en otoño

Quizá no nos demos cuenta, pero todo lo que nos rodea habla de nosotros. Los objetos que conservamos, el orden que mantenemos (o no), los colores que elegimos, la forma en que usamos cada rincón. Nuestra casa guarda memoria de lo que somos, también de lo que hemos sido y por su puesto, de lo que queremos ser y de cómo nos queremos sentir. Por eso, a veces, cuando atravesamos cambios personales, sentimos la necesidad de mover muebles, redecorar un rincón o incluso pintar de otro color. Es nuestra manera de ajustar el espacio a nuestro nuevo estado emocional y sin darnos cuenta de sanar tu casa.
Del mismo modo, hay épocas en las que acumulamos cosas que ya no encajan con nosotros. Y eso pesa. Pesa visualmente, pero también emocionalmente. Igual que el otoño nos recuerda la importancia de soltar, también en casa es momento de desprendernos de lo que no suma. No se trata de minimalismo impuesto, sino de quedarnos con lo que vibra con nuestra vida presente.
Emociones que habitan los espacios

¿Alguna vez has entrado en una casa y has sentido paz de inmediato? ¿O al contrario, un ambiente denso que te incomoda sin saber por qué? Los espacios hablan, aunque no siempre de manera consciente. Hablan a través de la luz, de las texturas, del orden, de los aromas. Nuestro ánimo se ve profundamente influido por todo ello.
Un sofá lleno de cojines mullidos puede ser la invitación perfecta al descanso tras un día de trabajo. Una mesa despejada puede convertirse en lienzo para nuevas ideas. Una cama bien vestida puede marcar la diferencia entre un sueño reparador y una noche inquieta. Y no es casual: el entorno que habitamos nos educa emocionalmente, nos acompaña, nos envuelve.
El poder invisible de los aromas

Si hablamos de emociones y hogar, no podemos dejar de lado algo tan sutil como los aromas. El olfato está directamente conectado con el sistema límbico, la parte de nuestro cerebro donde habitan las emociones y la memoria. Por eso, un simple olor puede transportarnos a la infancia, a un viaje, a una persona, a un momento feliz.
La aromaterapia puede convertirse en una aliada poderosa en casa durante el otoño. Aceites esenciales como la canela o el clavo evocan calidez y abrazo, el eucalipto abre la respiración y renueva la energía, la lavanda calma la mente y ayuda al descanso, mientras que los cítricos levantan el ánimo y aportan frescura. No se trata de llenar la casa de velas sin más, sino de elegir conscientemente aquellos aromas que dialoguen con cómo nos sentimos y, sobre todo, con cómo queremos sentirnos.
En mi caso, hay un ritual al que recurro cuando noto que el estrés me supera: quemar palo santo. Tanto en casa como en el estudio, su aroma dulce y envolvente tiene la capacidad de serenarme casi de inmediato. Me conecta, me limpia por dentro y hace que el espacio también se sienta más ligero. Es un gesto sencillo, pero profundamente transformador, porque me recuerda que puedo detenerme, respirar y volver a mí.
Algo parecido me ocurre con el cedro, cuyo olor profundo y amaderado me resulta muy especial. Cuando lo quemo, siento que la casa se llena de fuerza y de arraigo, como si de repente el espacio me devolviera a la tierra y me recordara lo esencial. Es un aroma que aporta protección, que invita a sentirse en calma y seguro.
Para mí, estos pequeños rituales son mucho más que decoración o ambiente: son una manera de darle voz a la casa, de permitir que respire conmigo y me acompañe en mis emociones. Porque cada aroma que elegimos es una declaración de intenciones: cómo quiero sentirme, qué quiero dejar atrás y qué quiero invitar a entrar.
Encontrar el refugio

Al final, lo que buscamos en esta época del año no es tanto una casa bonita, sino una casa que nos acoja. Un lugar al que llegar y sentir que podemos soltar el peso del día. Un espacio que no nos exija, sino que nos abrace. Y eso se consigue escuchando lo que necesitamos y dejando que nuestra casa responda a ello.
Quizá este otoño necesites más silencio. O más calidez. O más claridad. Tal vez necesites reorganizar un rincón para leer, o crear un espacio donde practicar una rutina que te nutra. Lo importante no es el “cómo se ve” de puertas afuera, sino el “cómo se siente” de puertas adentro.
El otoño nos invita a recogernos, y nuestro hogar puede ser el escenario perfecto para hacerlo si lo dejamos hablar, si lo aligeramos, si lo llenamos de los detalles que nos hacen sentir en paz.
Porque sí, lo creo de verdad: hay una conexión directa entre nuestro hogar y nuestro estado de ánimo. Y este otoño, en medio de la explosión de colores fuera y el recogimiento dentro, tenemos la oportunidad de sanar nuestra casa… y de dejarnos sanar por ella.
Y tú, ¿Cómo te hace sentir tu casa? ¡Cuéntanos en los comentarios!

























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